Aunque llevamos varios años hablando de los nuevos modelos de movilidad, no ha sido hasta hace relativamente poco cuando hemos podido experimentar en nuestras ciudades ese cambio tantas veces anunciado.
Basta asomarse a cualquier calle para ver cómo los vehículos tradicionales comparten calzada con coches de alquiler, taxis y VTC, propuestas de carsharing, patinetes eléctricos, motos, bicicletas e incluso peculiares artilugios que hibridan diferentes opciones (no es raro ver overboards, ruedas autopropulsadas y otras rarezas que se suman a monopatines y otras realidades que siempre tienen su público).
Lo siguiente serán los coches autónomos, para lo que todavía no parecemos estar del todo preparados como sociedad, ni las ciudades como entornos donde pasarán a convivir vehículos manejados por humanos y vehículos manejados por máquinas. Es un gran reto que tenemos por delante.
En cualquier caso, hay otro reto quizás más inmediato en esta nueva movilidad: asegurarla. Porque venimos de un modelo en el que a todos nos queda claro que un coche debe estar asegurado y que un taxi tiene un seguro que también cubre al pasajero.
[Foto de Oleg Prachuk en Pexels]
Pero ¿qué hay de bicicletas, patinetes y demás realidades? ¿Cómo se comprueba que quien está al volante de un coche de alquiler es realmente el usuario propietario de la cuenta (y que tiene carné)? ¿Qué pasa si un menor de edad que alquila, compra o maneja un patinete eléctrico tiene un incidente?
La legislación ha avanzado en los últimos años para ir respondiendo a estas preguntas, y ya son pocas las ciudades que permiten a determinados vehículos de movilidad personal circular por las aceras o manejarlos sin casco u otros elementos de seguridad.
Pero la realidad es que cuantos más nuevos medios de transporte tenemos, también tenemos más retos. Y los corredores junto con las aseguradoras tenemos que posicionarnos en la vanguardia para proteger a todos los actores involucrados en estas nuevas formas de movernos. De lo contrario, corremos el riesgo de que el legislador opte por restringir su uso y expansión, comprometiendo con ello una dinámica de crecimiento que contribuye a eliminar vehículos tradicionales y sustituirlos por alternativas más ecológicas y eficientes. Imaginemos por un momento qué pasaría en nuestras ciudades si la mitad de los coches fueran sustituidos por bicicletas y patinetes que pudieran circular por calzadas debidamente separadas de carreteras y aceras, con total seguridad para conductores y peatones. El ahorro de emisiones no solo sería significativo, sino que contribuiríamos a crear un modelo más ligero y eficiente que probablemente acabaría con los atascos y permitiría apostar por una movilidad más sana para todos.
Pero todo esto hay que asegurarlo en condiciones, ya que los accidentes, sin duda, se producirán. Y tenemos el deber de proteger un modelo de movilidad que puede hacernos mucho bien.
El momento es ahora. De lo contrario, habremos desperdiciado la oportunidad de transformar nuestras ciudades a través de una movilidad más adaptada a las necesidades reales de cada ciudadano.
La nueva movilidad ha llegado para quedarse y todos los modelos son igual de válidos. Pero esa nueva movilidad tiene que ser segura para todos. Y en ello trabajamos desde el Instituto de Desarrollo Asegurador y otras entidades, con el objetivo de que, aunque un patinete o una bicicleta sean el nuevo coche, exista una capa de protección que realmente haga de esas nuevas realidades un modelo de movilidad creíble.
Cristina Llorens, directora de Negocios Estratégicos del Instituto de Desarrollo Asegurador