El consumo de carne responsable: una tendencia al alza

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La educación ambiental que cada vez penetra más en el imaginario social hace que con frecuencia nos preguntemos de dónde viene lo que comemos. Una reflexión que lleva a un cambio de hábitos de consumo que comienza por reducir la ingesta de carne, abriendo los menús a otras opciones más saludables y sostenibles.

No se trata de dejar de comer carne, pues, por ejemplo, su aporte proteico es indiscutible, pero sí de consumirla de forma responsable. ¿Por qué? Pues, por un lado, por el impacto medioambiental de la ganadería industrial.

Y es que las emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo de metano, se llevan la palma en el sector ganadero. Un impacto generado, en muchas ocasiones, por los piensos utilizados para potenciar el crecimiento animal.

Vaca en Irlanda[Irlanda. Fotografía de Kristel Hayes]

También el trato que reciben los animales en las granjas mecanizadas es otro condicionante que empuja a prestar más atención al consumo de carne. La producción intensiva conduce a la utilización de prácticas que cosifican y se alejan bastante de los corrales y ranchos rodeados de naturaleza que reinan en la ganadería tradicional.

Está claro que un consumo excesivo de carne puede ser perjudicial para los animales y para el medioambiente, pero no podemos olvidarnos de nuestra salud. Las grasas que contienen, sobre todo, las carnes rojas, no se deberían ingerir a diario.

 Según datos del Ministerio de Agricultura, cada persona come de media alrededor de 50 kg de carne al año. Una ingesta que, además, aumenta con la influencia de aspectos que van modificando nuestros ritmos de vida, es decir, la globalización, la precarización de los salarios o el envejecimiento de la población.

Fotografía de José Ignacio Pompé[Foto de José Ignacio Pompé en Unsplash]

Ante esto, la moderación en el consumo de carne es la clave. La Comisión EAT-Lancet, una fundación global sin ánimo de lucro que busca una transformación urgente de la manera en que comemos, introdujo un nuevo concepto: la dieta de salud planetaria.

Una forma de alimentación que busca integrar la salud humana y la sostenibilidad sin perder de vista los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo del Clima de París.

¿En qué consiste? Pues en la suma de una amplia gama de alimentos de origen vegetal, bajas cantidades de productos de origen animal y escasos azúcares y procesados. De esta forma, se logra una ingesta calórica óptima a la vez que cuidamos nuestra salud y el entorno.

Jakub Kapusnak[Foto de Jakub Kapusnak en Unsplash]

Hay un amplio menú de opciones en las que la carne juega un papel secundario. Como dice el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición del CSIC, no hay que demonizar ningún alimento, pero sí conviene comer carne de vez en cuando y no de forma habitual.

La clave, según esta organización, reside en seguir una dieta mediterránea que incluye carnes y pescados, pero, también, abundantes frutas, verduras y legumbres. De hecho, ante la dicotomía de la carne roja y blanca, recomiendan decantarse por la segunda e ingerir carne roja solo una vez a la semana.

 La Organización Mundial de la Salud asegura que la carne roja y procesada contiene una serie de compuestos que, de ser consumidos con excesiva frecuencia, pueden provocar enfermedades crónicas.

Jonathan Borba[Foto de Jonathan Borba en Unsplash]

Es cierto que la carne roja supone un gran aporte de hierro, pero las almejas, los mejillones, la carne blanca, la yema de huevo, el sésamo, las legumbres o las verduras de hoja verde también lo contienen. El abanico de alternativas es amplio.

¿Quieres un consejo para mejorar la absorción del hierro? Combinarlo con alimentos ricos en vitamina C.

Si hablamos de carnes blancas, cabe decir que las más recomendables son las de conejo, pavo o pollo. ¿Cuál es su ventaja frente a la carne roja? Que tienen proteínas de igual valor, pero menos grasas saturadas. Los expertos recomiendan comerla unas tres veces por semana.

Al hilo de esta búsqueda de responsabilidad en el consumo de carne, surgen nuevas corrientes. Y es que el flexitarianismo basa su alimentación en una dieta vegetariana, pero, de manera ocasional, anima a consumir productos de origen animal.

Jo-Anne McArthur[Foto de Jo-Anne McArthur en Unsplash]

Un concepto al que se asemejan iniciativas como los Meat Free Mondays, con Paul Mccartney como principal abanderado, que consisten en tener un día a la semana ocupado por los vegetales o las legumbres, sin rastro de animales.

Mención aparte merece también Vengan Before 6, un movimiento creado por Mark Bittman, crítico culinario del The New York Times. La idea es consumir productos de origen vegetal hasta las seis de la tarde, limitando las carnes o pescados a una sola franja del día.

Aunque si lo que quieres es buscar alimentos sustitutivos cárnicos que aporten una cantidad similar de proteínas, podemos hablar de lentejas, unas legumbres con las que se pueden hacer hamburguesas o tacos.

Verduras[Foto de Nathan Dumlao en Unsplash]

También la soja y todos sus derivados pueden llegar a superar en proteínas a los alimentos de origen animal. Eso sí, sin olvidarnos del tofu, que es bajo en calorías y, por su sabor, muchos lo emplean como sustituto del pollo.

En definitiva, moderar el consumo de carne es un reto que se hace sencillo con todas las opciones que ofrece el mercado.