Durante la entrevista con Jaime Rodríguez de Santiago hablamos de Pablo Melchor y su proyecto Ayuda Efectiva. Él me dijo que lo había descubierto y se había convertido no en fan, en fanático. Y, con esta recomendación, lo entrevistamos.
Pablo es el presidente y director de Ayuda Efectiva, una fundación que tiene como presentación lo siguiente: Algunas formas de ayudar son mucho más efectivas que otras.
Consigue que tus donaciones salven vidas y tengan más impacto. Tras una larga trayectoria como emprendedor, en 2018 Pablo decidió dar un giro a su carrera para orientarla a la filantropía. Tras entrar en contacto con el movimiento internacional del altruismo eficaz, fundó y lideró primero Altruismo Eficaz España y ahora la fundación Ayuda Efectiva.
Este es un resumen, muy resumen y mucho resumen, de lo que ha llevado a Pablo a crear esta fundación. En la entrevista nos cuenta mucho más. Cómo empezó todo, por qué existen o porqué tienen que existir y qué han conseguido. Esperamos sumar nuevos fanáticos al proyecto. Aquí ya hay una más.
Creo que podemos ser más ambiciosos con el impacto que, individualmente, podemos tener en el mundo
¿Del 1 al 10 cómo de sostenible te consideras?
Lo de la nota es difícil. Te diría que me doy un siete, porque creo que no podemos trabajar en todas las dimensiones a la vez. A veces hay que escoger una en la que empujar al máximo e, irremediablemente, lleva a no poner foco en otras.
Yo tengo toda mi actividad profesional -y buena parte de mis ingresos- destinados a ayudar a la gente más pobre del mundo, con lo que ahí me daría la máxima nota. Pero, sin embargo, en temas medioambientales podría hacer más.
La gente no piensa que el impacto de las donaciones puede ser muchísimo mayor que el impacto del cambio individual. Cuando haces investigación rigurosa te encuentras que donando a organizaciones que, por ejemplo, cambian la legislación solamente para que haya incentivos fiscales para la captura de carbono consiguen que, con una donación muy pequeña, el impacto sea enorme.
A nivel personal, ¿en qué aspecto social / ambiental te has involucrado más y qué crees que te ha llevado a ello?
A mí lo que más me ha afectado ha sido ver a la gente viviendo en pobreza extrema. La miseria, la ausencia de perspectivas que te dan simplemente haber nacido en uno de los países más pobres del mundo, es increíble. Para mí ha sido comprobar que hay mucha gente en el mundo que vive con el equivalente del poder adquisitivo de 39 euros al mes, que son los que están en la pobreza extrema y no pueden ni imaginar un futuro mejor para ellos, porque todo lo que les rodea es la ausencia de posibilidades.
Eso para mí ha sido muy impactante y ha sido uno de los motivos que me llevó a arrancar Ayuda Efectiva.
¿En qué momento lo visualizas?
Me fui a Honduras. Honduras es el segundo país más pobre de América Latina, después de Haití. Existe malnutrición infantil, hay un problema de violencia entre bandas… es un entorno hostil para el desarrollo del potencial humano y, aun así, mejor que lo que se encuentra en los países más pobres de África subsahariana, tipo República Democrática del Congo.
Nuestro proyecto pone foco en la visión más racional de estos problemas, los cuantifica y elije lo más efectivo. Pero, desde un punto de vista personal, la experiencia directa es una experiencia en 3D. Ver una calle cubierta de basura en la que los niños están jugando, hablar con gente que está viviendo en chabolas sin luz, sin agua, sin una cama, con una esterilla en el suelo… Esa experiencia tan directa en el fondo hace despertar una serie de cosas en nosotros que no es comparable con leer acerca de ella.
Tú hablas en plural, pero hay mucha gente que ve esto y no reacciona.
La realidad es que, evolutivamente, estamos preparados para que nos importe lo cercano, lo cotidiano, lo que tenemos a diario en nuestro alrededor. Exige un esfuerzo ampliar nuestro círculo para preocuparnos por cosas que puedan estar más lejos, que no nos afectan cuando nos levantamos por la mañana.
Estamos muy acostumbrados, y cada vez más, al confort y a la comodidad. Es mucho más fácil abrir el móvil y hacer scroll que leer un libro sobre temas más complejos. Todo nos lleva hacia la comodidad, hacia lo fácil, pero creo que estando en el siglo XXI con toda la información a nuestro alcance, lo que tenemos realmente es una oportunidad. Con muy poco esfuerzo podemos hacer mucho: tanto aprender mucho como ayudar mucho. Podemos elegir bien cómo podemos ayudar.
Lo tenemos fácil, el nivel de esfuerzo es pequeño. Pero todo nos invita a no hacer ni siquiera esfuerzos tan pequeños.
¿Qué actividad te ha hecho sentir orgulloso en ese aspecto?
Para mí lo importante es el impacto. Ayuda Efectiva lo que promueve es que nos centremos no en las historias conmovedoras, sino en el impacto. Ya hemos salvado 200 vidas. Entonces yo lo que hago es pararme a pensar en lo que significa salvar 200 vidas.
Tengo un hijo de quince años y me imagino su colegio. Me imagino dos cursos enteros y sé que gracias a nuestra actividad hemos evitado que mueran 200 de esos niños que puedo ver a diario en la puerta del colegio saliendo y corriendo. Para mí eso es, sin ninguna duda, el principal motivo de satisfacción.
¿Qué te llevó a crear Ayuda Efectiva?
Yo siempre digo que hay un grupo reducido de personas a las que los argumentos nos mueven a cambiar el comportamiento. Cuando te convence racionalmente piensas: “tengo que hacer algo al respecto”. Para mí el origen es una insatisfacción duradera que se basaba en una serie de dudas respecto a si mi actividad era lo mejor que yo podía hacer.
Estaba emprendiendo, creando empresas, dando charlas en el Instituto de Empresa, hablando en público y la gente a veces me felicitaba por lo que estaba haciendo. Pero, cuando lo miraba desde dentro, desde el otro lado, me hacía la pregunta de ¿y esto es lo mejor que puedo hacer? Estoy aquí, haciendo marketing, monto una tienda online… en el fondo hago algo bueno al emprender y crear empleo y crear riqueza…
En una de esas, escuchando un podcast, alguien hizo la pregunta ¿dónde te ves dentro de 50 años? Es una pregunta muy mala porque pone enfoque en ti mismo. Si cambias la pregunta a ¿cómo puedo ayudar? esto lo puedes aplicar a tu ámbito cotidiano, a tu trabajo, a tu barrio, a lo que sea. En cuanto te preguntas cómo puedo ayudar dejas de mirarte a ti mismo y miras hacia el exterior.
Pues a mí esa pregunta me pegó duro. Así, a finales de 2017 y principios de 2018 decidí que iba a parar para intentar encontrar una respuesta y me fui a casa a pensar para ver qué podía aportar al mundo. Me puse a investigar qué está haciendo gente que pueda enfocar la ayuda a los demás desde el punto de vista más empresarial, como lo haría un emprendedor. Cómo resolver problemas de manera efectiva a bajo coste y que funcione.
En esa investigación encontré un movimiento que se llamasol altruismo eficaz de ahí hubo dos cosas que me las llevo como si fueran dos golpes de boxeador: el primero me noqueó y fue una calculadora que ahora tenemos en ayuda efectiva que se llama Cómo de rico eres y lo que averiguas es que si ingresas 19.000 euros netos al año, que es aproximadamente el salario medio en España, estás en el top 5% del mundo por ingresos. Esto cambia radicalmente cómo la gente piensa en los ricos.
Cuando doy charlas pregunto quién piensa que los ricos deberían hacer más por ayudar a los demás y casi todo el mundo levanta la mano. Bueno pues la sorpresa es que nosotros somos los ricos y estamos rodeados de riqueza. Solo comparamos hacia arriba, a quien tiene el coche más grande, el salón más grande, vacaciones más caras… pero, si miráramos el mundo, veríamos que estamos en lo alto de una pirámide inmensa. Ese fue el primer golpe.
El segundo golpe fue el trabajo de un filósofo que se llama Peter Singer que cuenta la parábola del estanque. Esto es muy americano. Vas con un traje de mil dólares, y unos zapatos de mil dólares y pasas por un estanque muy poco profundo. Lo conoces. Pasas por ahí todos los días. Pero hoy ves a un niño chapoteando. Miras alrededor a ver si hay alguien con un cochecito y no hay nadie. En ese momento tienes claro que o te metes en el estanque a salvar al niño o va a morir. Peter Singer pregunta a sus alumnos quién se metería en el estanque a salvar al niño. Todo el mundo levanta la mano. ¿Por qué? porque el coste de arruinar mi traje y mis zapatos no es igual al de salvar una vida humana. Lo que explica Singer después es que resulta que, con lo que nos cuestan estas cosas que no necesitamos, podríamos estar salvando vidas, aunque estén más lejos. ¿Por qué no lo hacemos? ¿Es que la distancia es lo relevante? Si el niño no está delante de mí, pero está a la vuelta de la esquina ¿tengo responsabilidad o no la tengo?
Puedo empezar a mover la distancia aleatoriamente, pero realmente, SÍ puedo salvar una vida y tengo la capacidad de hacerlo sin que mi calidad de vida se resienta terriblemente. ¿Debo hacerlo o no debo hacerlo? A mí eso me pegó y pensé que, sin ninguna duda, debía hacerlo. Habiendo visto esos datos de riqueza sabía, además, que podía hacerlo. Y, por último, quería hacerlo.
Yo llegué a la conclusión de que no hay nada mejor que pueda hacer con mi tiempo o mi dinero que dedicarme a ayudar a evitar que mueran niños menores de cinco años, cuando podemos hacerlo de una forma tan fácil.
¿Qué te dijeron en tu entorno cuando dijiste que parabas?
Siempre he tenido una cierta reputación de raro, de tener intereses un poco extraños. No creo que sorprendiera mucho, pero la gente me dice, tú siempre has sido muy solidario y yo digo no, no, yo antes no hacía nada. Me había quedado en esa versión que es un poco más fácil que es ser buena persona con la gente que te rodea. Ahora creo que podríamos ser mucho más ambiciosos con el impacto que podemos tener en el mundo.
¿Por qué crees que tiene que existir Ayuda Efectiva?
Creo que tiene que existir porque, en general, enfocamos el mundo de la ayuda a partir de exclusivamente la emoción y, en cuanto profundizas un poco, te das cuenta de que hay que complementar la emoción con la razón si queremos tener impacto. Si queremos que esa empatía que nos lleva a ayudar consiga resultados en lugar de quedarnos solo en una sensación.
Cuando ayudamos ponemos muchísimo foco en la persona que ayuda. Lo único relevante es el impacto que tenemos en las personas que íbamos a ayudar. Ante un escenario en el que se recauda dinero por pena, por presión, campañas que te cuentan la historia más triste posible… esa persona que, con un chaleco, te persigue en un centro comercial hasta que le das tu número de cuenta, la llamada de teléfono para que subas tu cuota porque hay un drama ahora mismo y te lo van a contar y van a hacerte sentir mal…
Creo que, como contrapeso a toda esta forma de ayudar -en mi opinión adulterada-, hacía falta un modelo en el que expliquemos a la gente que puedes ayudar muchísimo y lo puedes hacer en base a datos y consiguiendo resultados y te lo puedo explicar sin presionarte y sin intentar jugar con tu emoción para que, al final, hoy firmes una domiciliación cuando lo que deberíamos hacer es convencernos de que tenga todo el sentido del mundo dedicar una parte de nuestros ingresos a ayudar a los demás. Por una convicción racional.
¿Qué proyectos hay pendientes de desarrollar? Si tuvieras todo el dinero del mundo qué estarías haciendo…
Con todo el dinero del mundo erradicaríamos la malaria. La malaria es una enfermedad que existía en España y en Estados Unidos y que, hoy en día, sigue matando más de mil niños cada día. Este es el equivalente a dos jumbos. Dos aviones estrellándose todos los días cargados de niños sin salir en las noticias. Por la mañana se estrella el Jumbo. Esta tarde se estrella otro jumbo. Mañana por la mañana se estrella otro Jumbo y no le hacemos caso. No capta nuestra atención. No ocupa titulares.
Con suficiente dinero podríamos perfectamente erradicar la malaria. Podríamos evitar que hubiera deficiencia de vitamina A. ¡Es algo tan absurdo! Una gota de una vitamina reduce la mortalidad infantil en casi un 25%. No hace falta investigación. Falta vacunación. Hay sitios en los que los niños no están vacunados, y no por un tema de patentes, sino porque para las madres que viven en pobreza extrema ir a vacunarlos es un coste que no se pueden permitir, porque si no ese día no se cena en casa. Es una pura cuestión de recursos.
Podríamos reducir la mortalidad infantil de tal manera que yo creo que sería lo mejor que podríamos aportar a la humanidad. Muchas veces nos preocupa el capital humano y a veces pensamos que la educación es la clave. Si los niños mueren antes de los cinco años o están malnutridos nada de lo que hagamos después va a servir para nada. Pero ni enfrentarnos al cambio climático ni nada.
El paso número uno es la supervivencia y lo tenemos increíblemente desatendido. Es increíble. Con más recursos yo iría primero a acabar con la mortalidad infantil prematura.
¿Cómo lo hacemos para que la sociedad -o los ciudadanos uno a uno- cambiemos el chip?
Yo creo que es muy fácil. En Ayuda Efectiva puedes donar con un clic. No es un esfuerzo.
Creo que el reto es la atención. Estamos en un mundo en el que nuestra atención está ocupada a todas horas por estímulos permanentes. Redes sociales, anuncios, notificaciones en el móvil… No dedicamos ningún tiempo a la reflexión entre nuestras pequeñas tareas diarias, nuestras preocupaciones y el estímulo permanente de qué es lo siguiente… qué es lo siguiente… que es lo siguiente. Nos dejamos muy poco hueco para, en medio de esa vorágine, analizar qué es lo importante.
A veces lo hacemos, pero desde un punto de vista individual. Siempre explico que, casi todos los mensajes que nos llegan hablan de una única persona, que es siempre YO. Cómo ser más feliz, como ser más productivo, como ser más guapo, cómo estar en mejor forma. Y creo que olvidamos una pieza esencial que es: LOS DEMÁS. Hay evidencia científica que nos dice que hacer cosas por los demás nos hace estar mucho más satisfechos con nuestra vida. Pero lo hemos olvidado. No tenemos el hueco mental para este tipo de cuestiones.
Por otro lado, como todos nuestros sesgos nos llevan a fijarnos solo en lo cercano es difícil poder imaginar lo que ocurre lejos. Es difícil que nos importe o que sintamos esa preocupación con la misma intensidad. Lo que sentimos, o la emoción del momento, muchas veces no es la mejor guía para la acción.
El problema es que el tiempo y la atención son lo más difícil. No hay ningún culpable. Todo empuja a que vayamos rápido, nos concentremos en lo nuestro, a que acabemos y siguiente tema. Todo te lleva a eso. Es muy difícil que alguien diga: voy a parar un momento y voy a pensar en lo que me acabas de contar.
Hay pequeñas oportunidades. Por ejemplo, cuando la gente lee. Este mensaje no va a llegar a todo el mundo, pero sí que hay un grupo o una parte de la de la población que lee, que escucha podcast, que dedica cierto tiempo a profundizar en temas. Ahí es donde creo que se abre la oportunidad.
El tema de la atención tiene costes sociales para todos porque, en el fondo, dejamos de dirigir nuestras vidas y delegamos la dirección de nuestras vidas a un algoritmo que me va mostrando contenidos y que determina qué es lo que conozco, qué es lo que me interesa, qué es lo que me preocupa. Hemos delegado nuestra vida a un flujo incesante de información.
Yo creo que al final también está comprobado que genera vidas con poca satisfacción porque no tenemos una sensación de rumbo porque no le dedicamos el tiempo. Está hecho para que sea el camino de menos resistencia.
En plan Orwelliano, en 2084, ¿cómo te imaginas Ayuda Efectiva?
Mi ideal sería que no existiera. Simplemente que sea innecesario poner el foco en la gente más pobre del mundo, ya sea por el desarrollo económico o de inteligencia artificial o vete a saber… Que hayamos sido capaces de ayudar a toda esa capa abandonada, a esos millones de personas que no se están beneficiando de lo que tenemos en los países más ricos. Para mí lo ideal es que no exista. Aspiro a la autodestrucción (risas).
Y aquí no acaba nuestra conversación. Hablamos también de nuestra manera de esquivar el problema social o medioambiental… porque es grande y yo no puedo combatirlo o porque los otros no van a hacer nada.
El tema de la dilución de responsabilidades es tremendo. Esa idea de “no es mi culpa” es un argumento muy débil. Si no los examinas resulta suficiente para seguir adelante sin hacer nada. Uno es no es mi culpa, otro es: aunque yo haga algo va a seguir existiendo el problema. O es culpa de otros.
El tema de que el problema vaya a seguir existiendo es solucionable. Imagínate que yo te digo: vas a tener 10 enfermedades horribles en tu vida, pero si te doy esta pastilla vas a tener solo cinco. ¿La quieres o no la quieres? ¡Por supuesto que la quieres! Es mejor cinco que diez, ¿no? Todo lo que reduzcamos el problema merece la pena. Cada caso en que evitamos que muera un niño pequeño de menos de cinco merece la pena. Que haya más problemas no significa que actuar y reducirlos no merezca la pena.
Lo que necesitamos es darle más mordiscos al problema para irlo reduciendo y no decir que como es grande no vamos a hacer nada. Deberíamos sospechar de todas las conclusiones que nos llevan a no hacer nada.
Tenemos que tener la mejor versión de nosotros mismos. Lo que hagan los demás escapa de nuestro control. Si cada uno busca lo mejor de sí mismo cambiaremos las cosas. No hay que frustrarse.
Para mí también es fácil frustrarse. Es muy difícil conseguir que la gente te siga. Ahora mismo tenemos 1700 donantes, pero me gustaría que fueran 170.000. Poco a poco. A mi patronato le digo que yo he venido aquí a correr una maratón y estamos en el kilómetro 1. ¡Vamos a seguir empujando!
En The Reason Behind le damos voz para sumarnos al impulso.