Ana Palencia estudió Ciencias Químicas, pero alguna cosa en su composición química se rompió y un exceso de oxígeno la fue llevando hacia la comunicación, desde donde ha creado una manera de hacer y un estilo únicos.
Actualmente, y desde hace 16 años, es directora de Comunicación y Sostenibilidad de Unilever. Desde allí ha liderado un profundo proceso de cambio corporativo y social a través del Plan Unilever para una Vida Sostenible en España.
Casi todos los que hemos trabajado en comunicación en España la conocemos. Ana es cercana y profesional, una rara avis en un cargo con tanta actividad y responsabilidad.
Esta tenía que ser, sí o sí, mi primera entrevista.
¿Del 1 al 10 cómo de sostenible te consideras?
Yo me pondría un diez (se ríe). Porque no solo yo, también quienes están a mi alrededor tienen que serlo. Por ejemplo, en el tema del reciclaje soy muy exigente y persigo a toda la familia para que recicle los residuos al contenedor que toca.
¿Qué actividad te ha hecho sentir orgullosa en ese aspecto?
Hace algunos años, cuando trabajaba con Igone Bartumeu, Iris Bonich y Anna Montanyà, ganamos un premio de Unilever Europa por ser el equipo más apasionado a la hora de transmitir e implementar el plan de sostenibilidad. El premio fue irnos a Bangladesh. A la vuelta, y después de conocer los niveles de pobreza del país, a través de la ONG BRAC, nos marcamos el reto de ayudarla. El objetivo era conseguir cien mil euros para ayudar a 250 mujeres a salir de la pobreza extrema. Hubo una movilización bestial. Conseguimos 106 mil euros. Los empleados de Unilever organizaron barbacoas solidarias; una compañera sustituyó los regalos del bautizo de su hija por fondos para el proyecto; los del departamento financiero recogieron dinero a través del pago de pequeñas multas por el uso de vocabulario inapropiado… vaya, de tacos; el departamento de marketing hizo promociones específicas; el supermercado Ahorramás se comprometió en la recaudación. Todo el equipo participó. Es uno de los proyectos de los que me siento más orgullosa, sin duda.
¿Qué te ha llevado a ello?
Pues mira, derivado de todo lo que hicimos en Bangladesh, vimos muchas personas ciegas. De vuelta a Barcelona vi una entrevista a Elena Barraquer en la que hablaba de que hacía expediciones para operar de cataratas en Bangladesh. Decidí llamarla, ir a verla y sumarme a la siguiente expedición. Además, en Bangladesh tenemos un barco hospital que esponsoriza Unilever, El Friendship Hospital, que se puede utilizar para hacer operaciones. Elena lo utilizó para operar a 180 personas.
También quiero destacar nuestra caminata solidaria, que es una actividad de la que me siento muy orgullosa porque empezamos hace quince años y éramos 100 personas y ya somos siete mil. En ella cada año se recogen fondos para las causas sociales de Unilever. En los últimos años los fondos se han destinado a proyectos locales porque he vivido que la realidad de nuestro país también necesita nuestra solidaridad y apoyo.
Pero, tanto personal como profesionalmente, hago muchas cosas. Limpieza de playas y montañas en Garraf, colaborando con LIBERA, una iniciativa de SEO/ Birdlife en alianza con Ecoembes, con mis vecinos y compañeros de trabajo, por ejemplo.
Si tuvieras que elegir una organización benéfica, ¿cuál sería? ¿Cuál es tu referente en el campo de la sostenibilidad?
Después de mi experiencia yo elegiría a Cruz Roja, por sus programas y la velocidad de implementación que tienen. También AMPER es un referente para mí. Recogen a los pacientes de cáncer y los acompañan a sus tratamientos en la zona de Vilafranca del Penedés y alrededores y los llevan al Hospital de Bellvitge.
El problema que nos encontramos algunas veces es la inversión mínima que algunas ONGs piden para poder dar a conocer la colaboración que hacemos con ellos. Esto frena nuestra colaboración con alguna de ellas, lo que, evidentemente, beneficia a otras.
¿Cuál es el hito más importante de tu empresa en temas de sostenibilidad?
En Unilever el compromiso en materia de sostenibilidad lo marcó la llegada de Paul Polman, que se incorpora en la compañía como CEO a nivel mundial, en 2009. Con él se creó, en 2010, el Plan Unilever para una Vida Sostenible, que marcaba unos objetivos medibles a 10 años. Tras su marcha el testigo en materia de sostenibilidad lo recogió nuestro actual CEO: Alan Jope, quien sigue firmemente comprometido en integrar la sostenibilidad en el negocio, con claros compromisos en esta materia, porque no entiende otra manera de gestionar la compañía. Fue Alan Jope quien a finales del 2019 anunció nuestro actual propósito como empresa: Promover un modo de vida sostenible en nuestro día a día. Hasta entonces habíamos llevado a cabo un montón de iniciativas de RSC cubriendo la vertiente de salud y bienestar, medio ambiente y calidad de vida, pero no se aprovechaban las sinergias. Ahora tenemos evidencias suficientes para poder decir que las marcas con propósito crecen, las compañías con propósito perduran y las personas con propósito prosperan.
¿Cuál es vuestro proyecto más emblemático actualmente?
Yo quiero destacar dos, aunque tenemos muchas actividades en marcha. El primero es el compromiso de Dove con la autoestima de las mujeres, que lleva en marcha desde 2004. Pero sobre todo quiero destacar el proyecto Soy Frigo, porque se ha desarrollado en España y se está implementando en otros países. En ocasiones, parece que en España no somos capaces de crear programas de gran alcance que ayuden a cumplir los desafíos de la agenda 2030 y este proyecto demuestra que sí lo somos. Me siento súper orgullosa de él, porque fui una de sus fundadoras.
Soy Frigo es una iniciativa de Unilever de empleabilidad e inserción social en la que personas jóvenes o colectivos en riesgo de exclusión aprenden el oficio de la venta directa a través de diferentes dispositivos: food trucks, carritos o bicicletas situados en distintos puntos de la geografía española, aportándoles una primera experiencia laboral para abrirse camino en este ámbito. Hemos ayudado, en los últimos años, a más de 4.000 personas en riesgo de exclusión social, a que tengan un empleo, pero lo más importante: a generarles ilusión y capacitándoles para que puedan continuar siendo empleables en el futuro.
¿Cuál es vuestro próximo reto?
El reto que tenemos es conseguir la circularidad de nuestras acciones. Por ejemplo, en Soy Frigo, que se creó en 2014 con un objetivo claro de empleabilidad en jóvenes con riesgo de exclusión, a partir de 2016 empezamos a incluir también las prácticas medioambientales, realizando acciones informativas en las playas para fomentar el cuidado de nuestro entorno, colaborando con ADEAC (banderas azules) y co-creando conjuntamente los contenidos de los talleres junto a ellos, y la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Medioambiente.
Por ejemplo, informamos sobre los puntos de reciclaje en playas o incluso recogiendo residuos. También hemos incorporado al programa a mujeres que han sufrido violencia de género a través de la Fundación Ana Bella y buscan una oportunidad laboral. Este año se suma al proyecto la Fundación Once para poder ayudar también a personas con discapacidad; y así continuaremos con nuestro propósito de ayudar a generar empleo a personas en riesgo de exclusión social. Con Frigo y su iniciativa de Playas Limpias recogimos cientos de miles de colillas. Bien, pero ¿qué hacemos con esas colillas? Hablamos con DHL para que las enviara a Barcelona desde todos los puntos de España donde los recogemos y con Deriva 360, una start-up de Barcelona que extrae la celulosa de las colillas y la reutiliza en otros productos, para que los reciclara de manera eficiente.
¿Qué tareas tenéis pendientes?
Muchas, ¡hay tanto por hacer!. Hacer realidad todos los proyectos que tenemos sobre el papel, en nuestra mente y nuestro corazón. Hemos hablado y dicho muchas cosas, pero tenemos que hacerlas. Ni el planeta, ni la sociedad pueden esperar más. Es el momento de la verdad, hay que arremangarse y actuar. Tenemos que ponernos las pilas con el cambio climático.
Lo bueno que tenemos es que el equipo está muy involucrado y con muchas ganas de cambiar el mundo. Hay unos embajadores que ayudan a dar a conocer todo lo que hacemos y a poner en marcha iniciativas. Las cosas pasan porque las sientes. Entonces es cuando las pones en marcha. En Unilever tengo la gran fortuna de estar acompañada de colegas que quieren cambiar el mundo, y estamos en una compañía que nos inspira a que lo hagamos.
¿Cómo motivamos al consumidor para que elija los productos más sostenibles que proponéis?
Tenemos un gran desafío en la comunicación, todavía continúa siendo una asignatura pendiente. Comuniquemos bien para que participen del reto que tenemos todos, como empresas y como ciudadanos. Hay que dar datos y formar a la gente de a pie que no está involucrada en temas de sostenibilidad. Que vean que cuando dejan salir el agua fría hasta que sale agua caliente, se pierde mucha agua que se puede reaprovechar. Estás gastando 20 litros de agua en ello. Es una reflexión individual que seguro que va a tener un gran impacto. También es cambio climático el desperdicio alimentario.
Tenemos un reto en la comunicación de las acciones que estamos llevando a cabo y que el ciudadano pueda sentirse representado. Más allá de etiquetar las emisiones de nuestros productos, que no lo entenderían porque es complicadísimo, explicar qué impacto está teniendo lo que estamos haciendo.
En plan Orwelliano (de George Orwell), en 2084, ¿cómo te imaginas tu empresa?
Yo creo que Unilever seguirá marcando el camino para dar respuesta a los desafíos del mundo. Creamos antes los compromisos de Unilever que los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), con los que coincidimos. Unilever seguirá comprometida, aparte de porque la compañía lo está, el consumidor lo está demandando y no hay otra manera de hacer las cosas. Se trata de hacer el bien, haciéndolo bien, que es el lema que acompaña al título de mi libro: Sostenibilidad con propósito.
Después de un siglo de vida de hacer las cosas así, Unilever no va a cambiar en los próximos cincuenta años… sino a mejorar aún más su manera de gestionar el negocio de manera sostenible.