Mi experiencia viviendo en un templo sijista practicando el bien común

El bien común se entiende como aquella práctica que contribuye al beneficio y la mejora de todos los miembros de una comunidad. Y pude experimentarlo viviendo en un templo sijista durante mi estancia en la India. 

Pero ¿sabías que practicar el bien común nos enriquece como sociedad?

Soy Emma Liendo, y hace seis años me fui a vivir a la India durante un año, donde tuve una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida: vivir en un templo sijista.

¿Qué es el sijismo?

Desde el bien común parte el sijismo, la quinta religión más popular del mundo, que cree en la igualdad y el servicio a los demás. 

Fue fundada en la India durante los siglos XVI y XVII, y se desarrolló en un contexto de conflicto entre doctrinas hinduistas y rasgos del islam. Sijs es el nombre por el que se conoce a sus seguidores. 

Alguna vez te has preguntado ¿cómo viven en un templo sijista, o qué practican exactamente?

Cuando emprendí esta experiencia yo no era más que una adolescente, y todos sabemos que aproximadamente entre los 15 y los 18 años, la vida es un poco caótica. 

Una curiosidad: en mi país natal, Bolivia, la adolescencia también es conocida como la edad del burro por ser una etapa de profunda transición entre la niñez y la edad adulta. Se asume que las personas tienden a ‘tropezar’ muchas veces en esta etapa. Y yo no iba a ser menos. 

Quería descubrir quién era, qué quería, qué me gustaba y qué no.

templo sijista

Fue entonces cuando contacté con la Academia Miri Piri, que combina estudios rigurosos en la práctica diaria de yoga Kundalini y meditación, con acciones para el bien común.

 Es una escuela que fue fundada por Harbhajan Singh Khalsa también conocido como  Yogui Bhajan, un yogui practicante de Kundalini y maestro espiritual que enseñaba técnicas de meditación. 

En la India, los maestros espirituales son figuras muy importantes dentro de la sociedad a quienes pedir consejo, puesto que son “aquellos que ponen luz en la oscuridad”.

La escuela está ubicada en Amritsar, una ciudad de Punjab, India. Esta ciudad es conocida por ser hogar del Templo Dorado, un centro religioso de referencia para la religión Sij.

 

Mi llegada

Al llegar todo me resultaba muy exótico, la India es un lugar muy diferente a lo que estaba acostumbrada: el paisaje, los colores, los olores, los sabores.

Hablando de colores, me llamó especialmente la atención los saris, que son los vestidos tradicionales que usan las mujeres de este subcontinente, y que los hay de mil y un tonos diferentes.  

Todas lo lucen junto con un punto en la frente de color rojo llamado bindi, que en sánscrito significa gota, y es un elemento decorativo que tradicionalmente se pinta en la parte central de la frente, cerca de las cejas, y es considerado como un símbolo de energía femenina, protegiendo a la mujer y a su marido.

Vi rostros delgados con rasgos exóticos, personas que a pesar de vivir en un entorno de extrema pobreza se mostraban sonrientes. Ese día, y después de 46 horas de viaje, caí rendida, y recuerdo un sueño muy profundo a pesar de estar rodeada de personas desconocidas.

40 días de seva

Una parte muy importante del programa de esta academia es hacer 40 días de servicio comunitario. El objetivo es educar a los líderes del mañana mediante la disciplina, la puntualidad, la tolerancia, el respeto y el orden. 

La academia sigue las reglas del sijismo, y esta religión se enfoca en mejorar las tres áreas más importantes de la vida: la parte social, la parte espiritual y la parte intelectual. 

templo sijista

El seva forma parte de la vida social, por eso es de las primeras prácticas en llevarse a cabo. Es un servicio desinteresado que se realiza sin ninguna expectativa de resultado.Se empezó a llevar a cabo durante los inicios del sijismo y desde entonces se integra en la práctica diaria. 

“Sí, tuvo sus sacrificios, levantarse a las 2 de la madrugada 

para hacer algo por el bien común no es fácil”

Durante 40 días –del 1 de octubre al 9 de noviembre– y en pleno otoño indio, con un clima suave y moderado, 102 estudiantes de varias nacionalidades practicamos nuestro seva: levantarnos a las 2 de la madrugada para limpiar el Templo Dorado. 

Cuando sonaba la alarma a la 1:30, me solía replantear qué hacía allí. Sin duda, no lo hubiera podido hacer sin el apoyo, la comprensión mutua y la compañía de mis amigos. 

Todos juntos creamos un ambiente muy acogedor y familiar, nos queríamos como hermanos, por eso levantarse juntos a esa hora y hacer un bien en comunidad cobraba sentido.

En cuanto al seva, trabajamos haciendo una cadena humana para la limpieza del templo: algunos de nosotros nos enrollábamos la parte inferior de la vestimenta para entrar al pozo, llenar cubos con agua y pasarlos a otros compañeros en la acera. Estos repartían el agua por el piso mientras otros se encargaban de barrerlo.

 

“Hacer seva fue lo segundo más difícil que hice en la vida, lo primero fue meditar tres días y dos noches seguidos, pero eso es una historia para otro día.”

 

Aunque hacer un acto desinteresado tiene más sentido en compañía, el resultado final es totalmente personal. El beneficio de actuar por un bienestar común termina siendo individual. 

El sijismo me enseñó que la comunidad por la que trabajas agradece el esfuerzo conjunto, poniendo en valor el bien común del que hablaba al principio. 

En este caso concreto, sijs y turistas que visitaban el Templo Dorado aprecian mucho encontrarlo limpio cada día.

Fue una experiencia única.

Sí, tuvo sus sacrificios, pero lo cierto es que hacer algo por el bien común, aunque no es fácil, se convierte en algo altamente gratificante.

La energía del Templo Dorado

La energía que hay alrededor de este templo sijista es muy alta.

 A él no se puede acceder con zapatos puestos, por lo que, cuando íbamos para hacer meditación, los dejábamos a la izquierda de la entrada, en una especie de casilleros. Si caminar descalzo por las calles de la India ya es una experiencia, entrar al templo y escuchar los mantras con los pies desnudos, sin duda es otra.

templo sijista

Pero no hace falta hacer algo tan extremo como el seva, basta con empezar en las comunidades locales. Ayudar a un amigo, facilitar la adaptación a inmigrantes, colaborar en casa o el trabajo…  

Toda pequeña acción cuyo propósito sea aportar al bien común cuenta como seva. Solo depende de cada persona qué tipo de seva está dispuesto a hacer.