El planeta nos demuestra a diario que es una máquina casi perfecta. Una máquina que a pesar de los golpes recibidos, es capaz de recuperarse de nuestros destrozos, de sobreponerse a las catástrofes, de ayudarnos a combatir la lucha contra su propio declive.
En la COP15 celebrada este pasado diciembre en Montreal, Canadá, se discutieron muchos temas sobre la prosperidad del medioambiente, todos con el objetivo de detener la pérdida de la biodiversidad. Allí los expertos hicieron hincapié en las medidas que deben tomarse, especialmente desde los gobiernos, para frenar esta extinción; pero también depositaron esperanzas en la propia defensa de la naturaleza contra el cambio climático.
Sí, has leído bien: por sí misma, la naturaleza sí que cumple con los objetivos climáticos. Y es que, lo que más le gusta a la naturaleza es la armonía, el equilibrio es su objetivo y aunque los humanos interfiramos, la tierra intenta regresar a su estado ZEN. Aunque esto no implica que debamos relajarnos.
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Resulta que nuestro planeta es muy agradecido con poco que le aportemos, y con tal de preservar su ritmo natural demuestra poseer una superación envidiable. Por ejemplo, durante los meses de confinamiento por gran parte de la población mundial, la tierra volvió a respirar y su capacidad regeneradora sorprendió hasta a los expertos.
Sus niveles de contaminación se redujeron un 75 % en nuestro país en tan solo semanas de haber paralizado la actividad humana. En otros lugares como los canales de Venecia en Italia, recuperaban sus aguas cristalinas después de décadas enturbiadas. China se llenó de un aire limpio que hacía años no se respiraba. La naturaleza aprovechó nuestro corto retiro para sanar.
Aunque lo cierto es que de poco sirvió cuando salimos con el mismo ansia de comernos el mundo que antes, literalmente.
El cambio climático es uno de los motivos principales de la pérdida de la biodiversidad. Y el cambio climático depende de la biodiversidad como parte de la solución
Elizabeth Mrema, Directora Ejecutiva Adjunta del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
La solución para frenar los estragos de este cambio climático también reside en aprovechar esta cualidad de resiliencia del planeta.
La tierra funciona de tal manera que la mitad de los gases que emitimos son captados por los ecosistemas marinos y terrestres y estos representan gran parte de la solución en nuestra labor por mitigar la contaminación.
Te lo mostramos con un ejemplo. La capacidad para capturar y almacenar carbono hace que las turberas, que son humedales como pantanos y ciénagas, sean extremadamente valiosos para nuestro planeta, ya que a pesar de cubrir solo el 3% de superficie de la tierra, almacenan el doble de carbono que todos los bosques.
Estos hábitats marinos con vegetación, pueden absorber dióxido de carbono de la atmósfera hasta cuatro veces más rápido que los bosques terrestres. Sin embargo, el 85% de estos humedales, como marismas y manglares, han desaparecido.
Lo cierto es que la ayuda que ofrece el planeta se está acabando y su capacidad de renovación está llegando a su límite.
[Foto de Brian Summer]
En este sentido, las diferentes conferencias realizadas para construir objetivos comunes se están centrando en medidas que aseguren la conservación de los espacios naturales que tan vitales son para garantizar la prosperidad de nuestra especie y la de todas las demás.
Pero lo cierto es que, aunque el planeta posea esta capacidad autorreguladora, no debemos confiarnos; la mayor regulación debemos llevarla a cabo nosotros.