Siendo voluntaria en Fashion Revolution desde hace años y creadora de contenido de moda sostenible, pocos en este ámbito saben que en realidad soy ingeniera. Quien me conoce un mínimo sabe que no lo estudié por vocación, y en estos tiempos que las redes sociales no dejan de repetirnos que persigamos nuestros sueños estudiar ingeniería sin gustarte puede parecer terrible. No lo fue tanto, la verdad. Aprendí mucho aquellos años, dentro y fuera de la universidad, y mucho de lo que aprendí se puede aplicar a cualquier ámbito, incluso a la vida personal. Y a la industria de la moda, naturalmente, también.
La teoría que me enseñaron en la carrera dice que una cadena de producción debería estar orientada a fabricar mucho, en poco tiempo, y con el mínimo desperdicio. Sin embargo, la industria de la moda no tenía entonces muy en cuenta los desperdicios: fabricaban mucho, y lo que no se vendía, se destruía. Tener muchas prendas en las tiendas impulsaba las ventas hasta el punto de compensar este método.
Afortunadamente, las recientes normativas medioambientales buscan limitar estas prácticas, siendo Francia país pionero en implantar una ley que prohíbe la destrucción de bienes no vendidos. Bien pensado, es una forma de producir un poco anticuada, que quedó obsoleta desde que el mundo empezó a rezar el mantra de “reducir, reutilizar, reciclar”.
[Foto de Henry & Co en Pexels]
Sin embargo, cuando yo estudiaba solo existían dos formas de fabricar una prenda de ropa: el método puramente artesanal, es decir, hacer las prendas una a una en una modista, o el método “industrial”, automatizando el máximo de tareas posibles y en una cadena de producción clásica, en la que un operario cose, el siguiente pone los botones y el último remata la prenda, por poner un ejemplo. En el primer caso, la prenda se fabrica bajo pedido, pero no en el segundo. Es lo que los ingenieros llamaríamos sistemas pull y push, ya que el segundo método de fabricación tiene que “empujar” las ventas para existir. Naturalmente, con el sistema “pull”, o lo que es lo mismo, bajo pedido, la prenda fabricada es mucho más especial: se adapta perfectamente a nuestro cuerpo y además, es única. Pero como inconveniente es más cara y debemos esperar mucho más por la prenda.
[Foto de Ksenia Chernaya en Pexels]
Por suerte hoy existen alternativas a estos dos métodos, y podemos comprar prendas casi únicas y fabricadas de una forma mucho más consciente.
En primer lugar encontramos firmas que fabrican de forma casi artesanal. Una de estas marcas es Slowbasic, que hace sus prendas una a una en un pequeño taller de Vigo. Yo tuve la suerte de encontrarme con su fundadora en Vegana y me enseñó videos de la fabricación de las prendas. Tras un proceso de creación basado en la filosofía slow, el resultado es una colección de camisetas de un algodón suave maravilloso al tacto, que se adaptan muy bien al cuerpo y muy duraderas.
[Foto de Camiseta algodón orgánico mujer negra slow basic de Shopify]
En segundo lugar, otras marcas optan por la fabricación en unidades limitadas; es decir, que optimizan sus procesos de fabricación y sólo realizan unas pocas prendas. La mayor parte de las marcas de moda eco fabrican en unidades limitadas por principios. Es muy interesante el proyecto de Nowhere, que no sólo fabrican moda eco si no que además colaboran con artistas locales.
Por último, tenemos la que en mi opinión es la mejor opción de todas, pues nos garantiza que ninguna prenda será desperdiciada: la fabricación bajo demanda (también conocido como made-to-order).
Es el método que utilizan marcas como Laagam o Joplin Atelier. La primera de ellas saca cada cierto tiempo una nueva colección durante un periodo de preventa limitado, y cuando este finaliza fabrican las prendas. Por su parte, Joplin Atelier tiene dos colecciones inspiradas en la ruta 66, y cualquiera de sus prendas se fabrica bajo pedido y se entrega en dos semanas.
Con cualquiera de estas alternativas nos aseguramos de que llevaremos prendas exclusivas y de calidad, y comprando de esta forma además respetamos el medio ambiente. Yo me apunto a la moda slow. Y tú, ¿cómo compras?