Ahorramos mes a mes en un fondo de pensiones. Educamos a nuestros hijos en el mejor colegio. Nos preocupa que aprendan chino e inglés. Tratamos de asegurarnos un gran futuro, a la vez que agotamos, a velocidad desenfrenada, todos los recursos de un planeta que se acaba. Hay algo que no cuadra.
Abre una nueva pestaña en tu navegador y busca “límite 1,5 grados”. Escoge una noticia al azar. La que tú quieras. Probablemente sientas ansiedad al leerla. Ecoansiedad, para ser exactos. La magnitud del problema es tan grande que tomar conciencia sobrepasa. El cambio climático es una realidad causada por nuestra forma de vida. Alcanzar el límite de 1,5º sería un punto de no retorno que ocasionará cambios irreversibles. Y si seguimos a este ritmo en los próximos años lo superaremos con creces.
La paradoja es que aunque nos sobran razones para tomar acción, vivimos como si el cambio climático no existiera. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Dar luz a esta pregunta es clave para revertir esta tendencia. A ver si lo consigo en el transcurso de este artículo.
[Foto de Markus Spiske en Pexels]
Lo que hace miles de años empezó con un sistema de trueque para mejorar nuestras condiciones de vida, ha evolucionado a un modelo en el que el capital es la nueva religión, y personas, animales y planeta se consideran recursos para maximizar los beneficios. Hemos montado un sistema que, regido por resultados a corto plazo, ha olvidado que su propósito era construir sociedades sostenibles e inclusivas para mejorar nuestra calidad de vida (no para acabar con ella).
Esta búsqueda de crecimiento continuo alcanza a día de hoy su máxima expresión. A base de GRPs nos han convencido de que el consumo da la felicidad, y hemos normalizado un estilo de vida basado en el hiperconsumo. El problema es que, ahora que nos hemos habituado a vivir así, resulta que el modelo no es sostenible. Porque somos más de 8.000 millones de personas en el mundo. Porque el 29 de julio del año acabamos con los recursos que podrán regenerarse para y empezamos a tirar de reservas. Y se nos acaban las reservas.
Seguir como hasta ahora es insostenible. Pero a la vez nos da miedo cambiar. Y es normal. Porque cambiar va en contra de la esencia humana. La amenaza de perder nuestras comodidad y privilegios aterra.
La forma más sencilla de resolver esta ecuación tan contradictoria es distorsionar la realidad. Reinventar la historia. Cambiar nuestras percepciones para seguir igual, evadiendo el miedo y la culpa.
Los medios, la cultura de consumo, y la necesidad de encajar en esta sociedad donde la superficialidad se aplaude, insta a vivir como si el problema no existiera. Por este motivo, al hablar de cambio climático, reaccionamos con comentarios como:
- “Que cambien los políticos” (a la vez que votamos a “esos políticos”).
- “Que actúen las empresas” ( al tiempo que compramos a “esas empresas”).
- “Si yo ya reciclo” (como si llevar al container tetrabriks compensara nuestro impacto).
Pero de esta forma el problema no desaparecerá. Más bien todo lo contrario. Porque la única manera de ponerle solución es mirarlo de frente. Aceptar que hemos llegado a esta situación a través de nuestros hábitos. Y que sólo a través de ellos la podremos cambiar.
[Foto de Vlada Karpovich en Pexels]
Es hora de asumir nuestra responsabilidad. Y aunque no nos transformaremos en Greta Thunberg de un día para otro, con la suma de pequeños hábitos encontraremos un gran potencial de impacto.
- Desplazándonos a pie, al principio para distancias cortas.
- Yendo “de compras” por necesidad, y no como actividad.
- Reinventando nuestra forma de viajar, para descubrir los lugares mágicos de nuestra comunidad.
- Reduciendo nuestra huella hasta que se pueda regenerar.
No cambiaremos el mundo en un día. Sería vanidoso pensar que está en nuestras manos. Pero toda transformación social se inicia con un cambio individual. Y el día que generemos coherencia entre nuestros valores y actos en el mundo habrá esperanza.
- Porque influiremos en nuestro entorno, a través de las neuronas espejo.
- Y en las empresas, que ávidas de nuestras compras dejarán de pelar mandarinas para envolverlas en porexpan.
- Y en los políticos, que para conseguir tu aplauso incluirán en su discurso el compromiso medioambiental.
El 24 de octubre es el día del cambio climático. Aunque la dimensión de su causa merece celebrarlo cada día. ¿Te animas a empezar?