Victoria Albiñana es, actualmente, Global Public Affairs Manager en Too Good To Go. Para los que, todavía hoy, no conozcáis la iniciativa, Too Good to Go es una plataforma que trabaja para frenar el desperdicio alimentario. Así, a través de su app conecta a las personas con miles de restaurantes, supermercados y todo tipo de comercios de alimentación que venden packs sorpresa con el excedente diario de comida a precios reducidos. De este modo, se consigue que toda la comida no vendida al final del día en los establecimientos pueda ser salvada y consumida, evitando así su desperdicio y el impacto que ello tendría a nivel social, económico y medioambiental. Win win en mayúsculas.
El recorrido de Victoria ha estado vinculado a los asuntos públicos, sin duda. Desde consultoras como Deloitte hasta las de comunicación como Llorente y Cuenca. Desde su último cargo en Too Good To Go nos cuenta su manera de afrontarlo, con el activismo corporativo e incluso el lobby. Desde luego, demuestra que la cabra tira al monte… lo que nos gusta, nos gusta y punto.
El desperdicio alimentario es un reto complejo. Nosotros trabajamos para rebajar esta complejidad a través de mensajes sencillos de concienciación
Del 1 al 10, ¿cómo de sostenible eres?
Esta pregunta depende mucho del grado de exigencia que tengas contigo misma. Hay personas que se consideran muy sostenibles y otras, como yo, que creemos que siempre podemos hacer más. Diría que estoy por encima de la media, pero no llego al 10. Para ser justa, me pondría un 7.
Danos algún ejemplo de tu actividad sostenible…
En mi día a día, lo básico. Con básico me refiero a acciones como el reciclaje o el desperdicio alimentario. Yo, por ejemplo, antes de hacer compras grandes, trato de planificarlas o hacer compras al día para tirar la mínima cantidad de comida posible. Trato de planificar la semana, para tener más margen de maniobra. También intento que las personas a mi alrededor cambien su forma de consumir. Por otro lado, siempre que puedo dejo el coche, aunque me vaya a llevar el doble de tiempo. Esto es una política de empresa, pero lo aplico también en mi día a día.
En mis tiempos de estudiante ya llevaba en la sangre la incidencia política. Cuando me fui a estudiar fuera, formaba parte de la Green Society e intentamos hacer nuestro propio lobby en la organización para que se adoptaran medidas de sostenibilidad dentro de la institución educativa en la que estaba.
¿En qué aspecto social o ambiental te has involucrado más y qué crees que te ha llevado a ello?
En mi época de estudiante cuando comía en el comedor, se servían raciones enormes. Ya desde entonces, hablaba con la organización y con mis compañeros porque no soportaba la cantidad de comida que se tiraba. El desperdicio alimentario siempre ha sido mi mayor preocupación.
En mi vida más personal, también me he involucrado en cuestiones sociales relacionadas con los derechos humanos, desde el punto de vista de la incidencia. Las acciones que hacemos en el día a día marcan la diferencia, pero siempre he creído en el poder de convicción de quien tiene el poder de decidir. Por ejemplo, he formado parte del equipo de incidencia de Amnistía Internacional.
Si tuvieras que elegir una ONG ¿qué nos recomendarías? ¿Cuál es tu referente en el campo de la sostenibilidad?
Yo personalmente tengo gran estima a Acción contra el hambre. Su finalidad es muy loable, y son capaces de integrar más de una labor. Trabajan tanto con empresas como con otras organizaciones y su objetivo es luchar contra el hambre en todos los lugares. Hace poco hicieron un taller con nosotros para que tuviésemos presentes algunas cuestiones desde el punto de vista laboral.
Tienen un approach muy integral, piensan en los derechos humanos, en facilitar la inserción, y en evitar la discriminación en el entorno laboral, por ejemplo. No solo se enfocan en un plano de acción, sino que defienden que para tener un impacto es necesario tener una visión más amplia.
De hecho, hace unos meses lanzamos juntos un comunicado de prensa para pedir a los grupos parlamentarios que reforzaran algunas medidas previstas en el Proyecto de Ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario que estaba tramitándose en el Congreso. En la actualidad pedir la implicación de los partidos políticos tiene aún más sentido, ya que, debido a la convocatoria de elecciones, la ley ya no va a entrar en vigor en los próximos meses. Desde Too Good To Go pedimos que se reconozca el desperdicio alimentario como un reto de país, que no entiende de elecciones ni de colores políticos, sino que pide consenso de toda la sociedad.
A nivel corporativo, ¿cuál ha sido el hito más importante de Too Good to Go?
Seguimos creciendo y salvando comida y ese es nuestro mayor hito. Estamos presentes en 17 países, en Europa y Norteamérica, colaboramos con más de 134.000 establecimientos y con más de 75 millones de usuarios. Hemos salvado más de 230 millones de packs de comida a nivel mundial.
Las cifras trasladadas a España también son impactantes. Contamos con 6 millones de usuarios, 17.000 establecimientos y 13 millones de packs, lo que supone evitar 32.500 millones de toneladas de CO2. Yo me incorporé a la compañía hace un año y estas cifras cambian constantemente. Estamos alcanzando hitos constantemente.
¿Cuál es el próximo reto?
El reto del desperdicio alimentario tiene cierta complejidad y se tiene que abordar desde un punto de vista integral. Nuestra solución ha logrado combatirlo y reducir el problema dentro de nuestras posibilidades. A futuro, queremos desarrollar más soluciones que nos permitan abordar el problema desde otros ángulos, aportando soluciones y nuevas herramientas al sector. Esto puede ser: campañas de concienciación o el desarrollo de otras herramientas que puedan utilizar nuestros colaboradores.
Si tuvierais todo el dinero y el tiempo del mundo…
Yo diría que seguiríamos en la línea en la que estamos. El reto que tenemos a día de hoy precisamente es conseguir que estos números no solo dependan de nosotros, sino de la red de usuarios. Si se pudiese amplificar cualquier recurso para concienciar, siempre sería bienvenido. También pensar en herramientas no solo de concienciación, sino también desde el punto de vista más operativo.
¿Cómo motivamos al consumidor?
El desperdicio alimentario es un reto complejo y, desde el principio, nosotros trabajamos para rebajar esta complejidad a través de mensajes sencillos que calan más en el consumidor. Hacer similitudes entre indicadores, usar cifras donde se entienda la equivalencia del coste ambiental del desperdicio.
A través de las campañas de concienciación también llegamos a más personas. Por ejemplo, hemos realizado una campaña sobre las fechas de consumo preferente que ha llegado muy bien al público. Junto con varias marcas, como Danone, entre otras, hemos incorporado un distintivo en sus productos que ayuda al consumidor a entender mejor la fecha de consumo preferente. Invita a cerciorarse si realmente el producto se encuentra en buen estado para su consumo una vez sobrepasada su fecha de caducidad, con tres sencillos gestos: mirarlo, olerlo y probarlo.
¿Y a nivel de establecimientos?
Tenemos un equipo de ventas que lleva a cabo una gran labor. Ellos hacen uso de los datos para demostrar la importancia de llevar a cabo acciones que avalan la necesidad de combatir el desperdicio alimentario. Creemos que el borrador de ley que se estaba tramitando animó a las empresas a implementar estas medidas. Nosotros ya tratamos de transmitir la relevancia de adaptar el contenido del borrador de ley para aumentar los esfuerzos en la lucha contra el desperdicio alimentario y lo seguiremos haciendo para insistir en la necesidad de contar con una ley a nivel nacional de nuevo.
¿Cómo ves la compañía en 2084?
Es difícil pensar tan a largo plazo. La evolución que hemos experimentado y la complejidad del reto nos lo impide. Tratamos de fijarnos objetivos en un periodo más inmediato. Nuestro objetivo para 2025 es que, junto a nuestros usuarios y los establecimientos, logremos mil millones de packs de comida salvados. Creemos que esto es imprescindible para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados para 2030.
Ojalá en un futuro lejano, Too Good to Go, como lo conocemos hoy en día, no sea necesario. Esto sería señal de que hemos conseguido nuestro objetivo que es acabar con el desperdicio alimentario. Pero aún queda mucho trabajo por hacer.