José Moncada hace de la sostenibilidad un motivo de cambio, pero de cambio empresarial y financiero. Si lo piensas, es una buenísima idea lo que este hombre amable y buen comunicador, hace cada día de su vida. José es el CEO de la Bolsa Social, que es como la bolsa, pero en sostenible. En su presentación dicen que en la Bolsa Social puedes realizar préstamos a empresas sociales y obtener hasta un 8% de rentabilidad, o convertirte en socio de startups de impacto social.
El recorrido de José es muy curioso. Desde ser asesor legal del Ministerio de Hacienda hasta su paso por la Comisión Europea y la ESMA (European Securities and Markets Authority). En su última etapa ya parece asomar el gusanito de la Bolsa Social. En 2014 empieza a dar clases en La Sorbonne de finanzas sostenibles. Hay gente en la vida que hay que conocer. José en uno de ellos. Enorme oportunidad me ha dado The Reason Behind al entrevistarlo. A vosotros os dejo el leerlo.
Cada vez hay más empresas que nacen con un propósito de servir a las personas y al planeta, no de servirse de las personas y del planeta.
¿Qué te llevó a crear esta empresa?
La bolsa social la creamos en 2015 como una comunidad de inversores y empresas de impacto social. Piensa que veníamos de la crisis financiera de 2007, una crisis muy grave porque el sector financiero se estaba mirando el ombligo y trabaja a corto plazo y solo buscando el rendimiento.
Después de la crisis constatamos que el sector financiero no estaba trabajando para la economía real. Y a la par vimos que hay cada vez más personas conscientes de lo que implica sus decisiones de consumo, de ahorro, de inversión, de dónde ponen su dinero y que compran. No es sólo un beneficio personal, sino que además también genera un impacto en el medio ambiente y la sociedad.
Un impacto que puede ser positivo y negativo y cada vez más hay conciencia sobre esto. Cada vez hay más empresas que nacen con un propósito de servir a las personas del planeta, no de servirse de las personas y del planeta que es el paradigma del que veníamos. Ahora estamos enfrentándonos al cambio climático. Es una realidad innegable, y cada vez las desigualdades sociales son mayores y tenemos unos retos tremendos a los que tenemos que enfrentarnos.
Hay empresas que nacen para enfrentarse a esos retos de manera sostenible y escalable. Para eso nace la Bolsa Social, para conectar a esas empresas que buscan capital (empresas con propósito y que buscan generar un impacto positivo en la sociedad y en el medio ambiente) con inversores que buscan una rentabilidad, pero también dar sentido a su dinero. Un dinero que contribuye a crear una economía más humana, porque se puede, porque es posible.
Es dar coherencia y sentido a la inversión para estos inversores. Nacimos como una plataforma de financiación participativa, un crowdfunding, pero también muy democrática. Precisamente la financiación participativa permite que muchas personas, que de otra manera no tendrían acceso a estas opciones de inversión en empresas de impacto social, puedan invertir pequeñas sumas en empresas que les resuenen de las que quieren que ese proyecto salga adelante.
Fuimos la primera plataforma de financiación participativa autorizada en España por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y, desde entonces, hemos querido unir rigor y profesionalidad con nuestra misión de impacto social para hacer las cosas bien. Ese fue el motivo: dar una herramienta y crear un espacio financiero o un lugar de encuentro para aquellos que quieran invertir su dinero con sentido y responsabilidad y un propósito y juntarlos con las empresas que tienen esa capacidad de generar crecimiento.
¿Por qué crees que esta empresa tiene que existir?
Porque no existía. Risas. Porque está cambiando la mentalidad de mucha gente y esto se ve muy claro en las generaciones más jóvenes que vienen con un chip en la cabeza que dice que qué futuro les estamos dejando y qué presente estamos planteándonos.
Cada vez hay más gente que se da cuenta de que tus decisiones de consumo y de ahorro y de inversión tienen un impacto en el mundo en el que viven. Lo que hay que hacer es que esas personas que quieren invertir legítimamente en empresas buscando una rentabilidad justa y adecuada -pero acorde con sus valores- sean fácilmente conectables con empresas que tengan ese perfil. Que sea fácil, pero que sea riguroso. Que haya un buen sistema de selección de proyectos, que funcione con transparencia y con comunicación entre empresas e inversores.
Tenía que existir porque están cambiando los tiempos y las mentalidades y es algo que está ocurriendo en todos los países de nuestro entorno. Cada vez hay más inversión de impacto social. Para eso nació la Bolsa Social.
¿Cómo convences a los primeros inversores para que se fijen en vuestras propuestas de inversión?
Vienen por dos motivos fundamentalmente: porque buscan un propósito para su dinero (dar un sentido a sus ahorros con inversión social y medioambiental), pero también buscan una rentabilidad.
Lo que tenemos que hacer nosotros es hacer bien nuestro trabajo: ser rigurosos en el proceso de selección, trabajar muy bien los proyectos que realmente veamos que tienen un potencial de crecimiento y que además tienen una misión clara de impacto social, y que este impacto es medible. Para nosotros es un gran reto medir el impacto. Hay fórmulas fantásticas para medir la rentabilidad, pero cómo medimos el impacto, porque el inversor de la Bolsa Social busca las dos cosas rentabilidad e impacto.
Trabajamos muy bien para definir cuál es la teoría del cambio de cada empresa en la que invertimos. Primero identificando el problema al que se enfrenta y los retos (que tienen que ver con los ODS), segundo buscando cuál es el colectivo que se beneficia de este impacto y, finalmente, determinando cuáles son los objetivos de transformación que tiene esta empresa.
Esto lo aterrizamos en unos indicadores que pueden ser cualitativos o cuantitativos de impacto positivo que genera esta empresa que son los que medimos año a año.
En 2021 lanzamos los préstamos sostenibles, que es otro instrumento de inversión para el inversor un poco más conservador. Aquí vamos a financiar centros especiales de empleo para personas con discapacidad o entidades de la Economía Social, o empresas de la economía circular, etcétera, que tengan la capacidad de repago de un préstamo. Esto completa la oferta de la Bolsa Social.
A la par lanzamos el Fondo Bolsa Social, que es una entidad separada independiente de la plataforma que hemos lanzado junto con las gestora de AFI (Analistas Financieros Internacionales) que es una consultora financiera de reconocido prestigio en España con el que hemos lanzado un fondo de 21,5 millones de euros que ya hemos invertido en 11 empresas de impacto social de ámbitos muy diversos como agricultura ecológica, cuidado de los mayores o empresas que se dedican a producir moda sostenible o consumos sostenible. Este fondo está dirigido a inversores de carácter institucional como identidades financieras, aseguradoras, fundaciones, etcétera. Aquí tenemos la misma misión de invertir en empresas en fases tempranas que claramente tengan esta misión de producir un impacto positivo medible y, además, tengan un potencial de crecimiento claro.
¿Cuál es el éxito más importante que habéis conseguido?
Más que un éxito concreto es el cambio que hemos generado. En 2015 hablar de inversión de impacto provocaba que te miraran como si fueras un marciano o como un comunista disfrazado, o incluso, un capitalista disfrazado que viene a destrozar lo social.
En 2015 éramos muy pocos actores en España hablando de inversión de impacto. Además, hablar de financiación participativa era un concepto muy rompedor.
En ocho años hemos cerrado 38 operaciones de inversión, canalizado 12 millones de euros con la plataforma y con el fondo cerca de nueve millones de euros… 38 empresas de impacto social con la plataforma, y otras 11 empresas de impacto social con el fondo. Estamos hablando casi de cincuenta empresas entre las dos entidades en las que se han canalizado cerca de 20 millones de euros.
Quizás el éxito ha consistido, sobre todo, en demostrar tanto a inversores particulares minoristas como inversores institucionales que es posible invertir buscando una rentabilidad justa y adecuada y, además, dar un sentido a su dinero. Francamente era difícil por un tema cultural. No había nada parecido antes en España.
También el impacto social que han generado las empresas que hemos financiado. Un ejemplo de ello es Auara. Es una empresa social de bandera que vende agua mineral embotellada de calidad con el objetivo de que sus beneficios financien el acceso al agua potable en países en vía de desarrollo. Ha cambiado la vida a más de cien mil personas en esos países. Haber sido parte del éxito de esta empresa, haberla financiado a través de la Bolsa Social, es una historia que nos llena de mucha satisfacción.
¿Qué proyectos tenéis pendientes de desarrollar y qué necesitáis para desarrollarlos?
Lo que me gustaría es que más gente llegase a conocer la Bolsa Social y tuviésemos la oportunidad de canalizar sus inversiones hacia estas empresas. Mi aspiración es hacerlo, no solo en España, sino salir de nuestras fronteras y crear una plataforma de inversión e impacto social y medioambiental paneuropea. Es una aspiración que tengo presente y persigo.
Por parte del fondo seguir trabajando con los socios de AFI para hacerlo crecer en el futuro y tener más inversores institucionales.
En plan Orwelliano, en 2084, ¿cómo te imaginas tu empresa?
Yo veo que en 2084 toda la inversión será de impacto porque seremos mucho más conscientes de que era esquizofrénico separar nuestras inversiones económicas de ahorro de inversión y de consumo del impacto que generaban.
Nuestros biznietos dirán: ¡pero qué brutos eran! pero ¡cómo cogían el coche que les asfixiaba!, ¡cómo echaban estos químicos venenosos en la agricultura! y ¡cómo vivían con desigualdades tan brutales! ¡cómo es que convivían con gente muriendo en el mar porque querían vivir como ellos!…
De la misma manera que nosotros miramos para atrás y vemos el siglo XVIII y pensamos: ¡qué bestias, tenían esclavos! ¡vendían personas!, pero, ¿cómo podían hacerlo? Y nos parece inconcebible… Pues estoy convencido que en 2084 pensarán que estábamos hipotecando nuestro futuro con el sistema de consumo y producción tan contaminante y extractivo y egoísta para retribuir al accionista y solo al accionista.
Estoy convencido que todas las empresas serán de impacto social. Igualmente, los inversores tendrán muy presente el impacto social y medioambiental en sus inversiones y habrán cambiado mucho las cosas. Habrá un sistema económico mucho más justo.
En 2084 volvemos a hablar y comentamos…
Esto tiene que ser antes de 2084 porque estamos en una emergencia.
¿Del 1 al 10 cómo de sostenible te consideras?
Me voy a puntuar en un siete. Me gustaría ser más sostenible… Evidentemente, reciclo y no tengo coche propio. Me muevo por Madrid con las opciones de movilidad sostenible que hay en la ciudad. En Madrid entre bicis y motos eléctricas de alquiler la verdad es que no necesitas una moto yo la mía la regalé porque no la utilizaba. Pero seguro que podría hacer más y no lo hago por falta de tiempo. Esta es una de las cosas que tendría que mejorar.
Me encantaría consumir más sostenible, pero dónde están las opciones… La tienda que tenía debajo de mi casa cerró y yo no siempre tengo el tiempo para aplicar lo que yo predico con la coherencia que me gustaría.
A nivel personal, ¿en qué aspecto social / ambiental te has involucrado más y qué crees que te ha llevado a ello?
He colaborado mucho con diversas ONGs en Camboya con Pandora… aunque localmente también podemos hacer muchas cosas. He vivido en París y en Bruselas (en mi anterior vida fui funcionario europeo) y ahí echaba una mano en comedores sociales porque viene muy bien para darse cuenta de que a tu lado hay una realidad muy potente.
La idea de la Bolsa Social también es esta hacer este tipo de cosas de manera empresarial, no solo con las ONGs -que son fundamentales para las trabajar las desigualdades sociales- pero implicando también la fuerza de la empresa. Para mí la mayor contribución que he hecho es la creación de la Bolsa Social.
¿Alguna organización que quieras destacar?
Es muy difícil elegir porque es muy injusto para la que no dices. A mí me han impresionado dos instituciones: una de ellas es Cáritas porque es impresionante lo que hacen y están ahí pase lo que pase. Trabajan muy pegados a las realidades sociales.
Pero tengo que decir que me gusta mucho mucho mucho mucho lo que hace la Fundación Once con las personas con discapacidad. La Once es una organización impresionante que no tiene parangón en toda Europa. No hay nadie en Europa que se dedique a cuidar a las personas con discapacidad, asegurándoles la dignidad. Tiene una ambición de crecer y hacer más cosas, siempre al servicio de las personas con discapacidad. Los conozco de cerca y la innovación que aplican hace que sean muy dinámicos y muy abiertos a cosas nuevas, y eso suele costar en las organizaciones grandes. Me impresiona mucho el trabajo que hacen.