Según la teoría, todos los seres vivos multicelulares (con más de una célula) del planeta podemos tener cáncer. Plantas, insectos, peces, hongos pasando por cualquier mamífero o ave.
Entonces, ¿todos los animales lo padecemos de igual forma?
Se ha confirmado que cada especie es un caso diferente, hay ciertos animales y plantas que apenas sufren esta enfermedad, un ejemplo sería el elefante, el mamífero más grande de la tierra tiene la increíble capacidad de protegerse frente a los tumores. Mientras que en el ser humano, la mortalidad por cáncer puede alcanzar el 25% de los casos, en los elefantes es inferior al 5%.
¿Cómo lo hacen?
La respuesta sigue siendo una incógnita pero gracias a un estudio internacional reciente que ha contado con la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), se ha podido concretar que la genética de los paquidermos es el factor determinante. A diario vivimos la división de algunas de las 30 billones de células que forman nuestro cuerpo, durante este proceso, pueden ocurrir errores genéticos inevitables llevando a una división descontrolada y provocar cáncer. Por estadística, al tratarse de animales con 100 veces más células que un humano y ser una especie longeva igual que nosotros, deberían tener más posibilidades de error y de padecer cáncer que una persona, pero estos gigantes se saltan la norma.
El nombre que buscamos: “P53”
Se trata de una proteína supresora de tumores, también llamada “guardián del genoma” y tras un estudio de biología molecular se estudió cómo se activan las 20 formas diferentes de la proteína exclusivas de los elefantes aumentando la sensibilidad y la respuesta contra los fallos genéticos. Estos fallos pueden ser consecuencia de ciertos factores además de la genética como compuestos tóxicos, estrés, malas condiciones de vida y envejecimiento que aumentan las mutaciones de células que desencadenan la formación de un tumor.
Los científicos relacionan esta elevada resistencia de los elefantes con sus 20 copias del gen p53 (con 40 versiones) que comparadas con la única copia que tenemos otros mamíferos como los seres humanos, ha resultado ser la respuesta a la regulación de los mecanismos de reparación del ADN.
La comparación con la medicina humana es inevitable
Las alarmas de expertos de todo el mundo han saltado para ponerse a estudiar este fenómeno biológico. El oncólogo pediátrico de la Universidad de Utah, Joshua Schiffman afirma que “desde la perspectiva de la biología evolutiva, es totalmente fascinante”.
Como hemos comentado anteriormente, estadísticamente hablando, los animales con mayor tamaño deberían ser los que tuviesen un porcentaje más elevado de errores en la división de sus células y una mayor incidencia de cáncer, este dilema se conoce como la Paradoja de Peto.
Conforme las células del cuerpo del animal se dividen, P53 actúa como un “médico genético” reconociendo daños en el ADN y decidiendo el procedimiento que se llevará a cabo. Las células con problemas pequeños pueden repararse, pero si el daño es excesivo, las células se convierten en un potencial riesgo de cáncer y es cuando p53 ordena matarlas.
Aquí es cuando los elefantes se vuelven superhéroes, aunque la mayoría de los animales intentan reparar esas células, los P53 de los elefantes suelen optar por una medida más radical, siempre eliminan por completo dichas células. Y no queda sólo ahí, existe una nueva hipótesis, se ha visto que la mayoría de mamíferos, desde el diminuto ratón de campo hasta la gigantesca ballena azul, poseen una única copia de gen LIF, el Factor Inhibidor de la Leucemia (según sus siglas en inglés), los elefantes y sus parientes más cercanos como los manatíes poseen entre 7 y 11 copias del gen LIF, de hecho algunas copias sólo se han encontrado en los elefantes.
En resumen, P53 es el encargado de encontrar y analizar los errores genéticos de cada célula y activará a los genes LIF encargados de ejecutar sus órdenes y eliminar las células dañadas, un trabajo en equipo impecable.
En última estancia, los científicos esperan encontrar posibles defensas contra tumores en los paquidermos que puedan contribuir al desarrollo de nuevos tratamientos contra el cáncer en medicina humana, puede que estos magníficos animales y sus 59 millones de años de evolución tengan la respuesta a muchas de nuestras preguntas sobre cómo acabar con esta enfermedad.
Mi experiencia con elefantes
He tenido la gran suerte de poder ver en varias ocasiones elefantes africanos y asiáticos en libertad. Manadas libres cruzando las sabanas de Tanzania, “pequeñas” crías jugando entre las patas de sus madres, familias en sus largas búsquedas de agua en Uganda, elefantes rescatados en centros tras ser explotados toda su vida cargando turistas sobre sus lomos en Tailandia o una elefanta bañando a su cría con barro para protegerle de los mosquitos en Sri Lanka.
Estuve rodeado por una manada de elefantes africanos junto con toda mi familia, mis padres y mis hermanos vivieron a mi lado uno de los momentos más especiales de mi vida, un silencio majestuoso y que te atravesaba el cuerpo bañaba el ambiente, se escuchaban ramas partiéndose, la masticación de los que ramoneaban, las pisadas de los que se acercaban desde el lago y el simpático barritar de unas crías de unos 2 meses que jugaban a embestirse y aprendían a cómo usar su aún torpe y extraña trompa.
Creo que todo el mundo que ha tenido la suerte de mirar a un elefante a los ojos, puede decir que conoce una mirada de un ser diferente, un ser sabio, benévolo, fuerte… un gigante cuyas dimensiones podrían embestir mortalmente a cualquier otro animal terrestre del planeta, sin embargo, opta por priorizar sus energías e inteligencia cuidando de su familia, de sus crías, de sus congéneres, convirtiéndole en el verdadero rey de la sabana.
Es responsabilidad de todos el mantener a estos hermosos y primitivos animales en nuestros bosques y sabanas, evitemos la caza furtiva y deportiva que lamentablemente abate la vida de 20.000 ejemplares al año, sí, habéis leído bien, cada día mueren 54 elefantes víctimas del tráfico ilegal de marfil (datos de WWF en 2022).
La cooperación de todos y los esfuerzos de conservación del ecosistema siguen siendo cruciales para garantizar la supervivencia de estos animales ya que ningún animal se libra de los efectos devastadores del ser humano, ni siquiera el mamífero terrestre más grande del mundo, un animal que ha evolucionado millones de años consiguiendo evitar una de las enfermedades más mortíferas del mundo. Salvemos a los elefantes, salvemos al rey de la sabana.