Siempre es recomendable componer menús saludables y equilibrados para cada comida, con independencia de la edad. Sin embargo, es cierto que hay circunstancias, como los embarazos, en los que hay que prestar más atención a la dieta. En estos momentos el cuerpo necesita una mayor cantidad de nutrientes que colaboren en el desarrollo del bebé. La dieta de embarazada tiene peculiaridades.
En esta etapa de la vida de una mujer se es más consciente de nuestra responsabilidad y del mimo que hay que poner en todo lo que hacemos para estar bien. Es una etapa preciosa donde la mama y el bebé funcionan como uno y esto hace que el trato del cuerpo en todos los sentidos debe extremarse.
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Aquí la alimentación es uno de los pilares y así lo dicen la mayoría de los estudios que destacan que los 1000 primeros días del bebé, que incluyen la gestación, definen el desarrollo de sus funciones vitales y su desarrollo futuro.
Si nos centramos en las necesidades nutricionales encontramos que hay ciertos minerales o vitaminas que son imprescindibles para que la gestación sea, nutricionalmente hablando, sobresaliente.
Dieta de embarazada
El ácido fólico, por ejemplo, ayuda a prevenir defectos congénitos y está presente en las lentejas, las espinacas, el brócoli o los espárragos. Al igual que los ácidos grasos, que son esenciales para el aporte de energía durante el embarazo. Eso sí, hay que optar por grasas saludables, nunca por los ácidos saturados que contiene la nata, la mantequilla o el queso curado.
Luego, el hierro, que se encuentra en la quinoa, las aves o los vegetales de hoja verde, colabora en el progreso cerebral del bebé durante la gestación y evita la anemia. También está el calcio, que reside en todo tipo de lácteos y se une a la vitamina D para fortalecer los huesos del pequeño y prevenir la preeclampsia, que es una complicación del embarazo causada por presión arterial alta. Hay otra vitamina, la B12, que es fundamental en el desarrollo del feto y la contienen, sobre todo, las frutas.
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Además, no hay que olvidarse de las proteínas, que construyen y protegen los tejidos de la madre y del feto. Sus fuentes más saludables son los huevos, las nueces, los guisantes, los cereales o las carnes magras.
Es cierto que, si buscamos una fuente de energía potente, los hidratos de carbono no pueden faltar. Sin embargo, no todo vale, ya que el pan blanco, la bollería industrial o las harinas refinadas hacen saltar todas las alarmas.
Y entre tantos sólidos, los líquidos llaman a la puerta, sobre todo en la temporada estival, para asegurar la hidratación de la embarazada y del bebé. Por ello, beber grandes cantidades de agua debe convertirse en un mantra. Aunque no hay que perder de vista que los alimentos también aportan agua, basta con ver las frutas y las hortalizas.
Eso sí, entre todo lo que se puede comer también encontramos ciertos productos que se deben evitar. El alcohol es uno de ellos, ya que pone en alto riesgo la seguridad de la mujer. Lo mismo que ocurre con la cafeína.
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Luego, el pescado tampoco es recomendable en todos los casos, si son pescados grandes pueden contener altos niveles de metales pesados como el mercurio y los crudos están limitados por las toxiinfecciones que pueden derivar. Por ello, las futuras mamás deben limitar el sushi o pescados crudos, marisco poco cocinado, el atún blanco, la caballa, el tiburón o el pez espada. Además, necesitan tener cuidado con los productos del mar ahumados y marinados.
Las carnes no se libran, ya que se aconseja que estén completamente hechas. Ante esto, se descartan automáticamente los carpaccios o el jamón. Pasa también con la fruta y la verdura, en el caso de comerla cruda hay que desinfectarla para eliminar el riesgo antes de comerla.
Tampoco deben abusar del fiambre, los alimentos fritos, el queso sin pasteurizar, las bebidas con gas, los brotes crudos, la comida preparada o, mismamente, la sal.
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La pasteurización de los lácteos, es decir, el proceso que reduce los agentes patógenos presentes en ellos, elimina los patógenos como la listeria, una bacteria que afecta en todos los casos pero que en el caso de las embarazadas hay que tener más cuidado.
Mantener una dieta variada y equilibrada es esencial, pero, antes de comer, debemos asegurarnos también de tener en cuenta la seguridad alimentaria, ya que hay microorganismos que pueden llegar al feto atravesando la placenta y por eso toda precaución es poca.
¿Cuáles son las consecuencias? Pues enfermedades como la toxoplasmosis, causada por un parásito que puede llegar a ocasionar pérdida auditiva, discapacidad intelectual o ceguera en el bebé y que se encuentra en el jamón, el chorizo, el lomo embuchado o los patés. También la salmonelosis, que surge a partir de una bacteria que contienen alimentos como el huevo crudo, la soja o las carnes poco cocinadas y puede hacer que la madre sufra vómitos, fiebre o deshidratación, llegando a producir complicaciones en la gestación.
La solución a esta amenaza invisible pasa por manipular correctamente los alimentos, separándolos, enfriándose para mejorar su conservación, lavándolos junto con los utensilios empleados y cocinándolos a fuego alto para eliminar a la mayor cantidad posible de bacterias.
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Teniendo claros los alimentos que suman y los que restan a la dieta de una embarazada, es necesario hablar también de hábitos. Las recomendaciones nos pueden generar confusión porque hay de todo así que la máxima que deberíamos seguir es comer cuando nuestro cuerpo nos lo pide.En el caso del embarazo es un buen momento para cuidarse y estar más conscientes que nunca de nuestras necesidades.
En definitiva, todo gira en torno a mantener una dieta variada, equilibrada y consciente, atender al cuerpo y mantenerse saludable extremando los cuidados en la elección de los ingredientes, la higiene y el cocinado cuidando al feto y a la embarazada de los posibles patógenos que pueden interrumpir su tranquilidad.