En los últimos años, y sobre todo a raíz del Covid, hemos podido ver como el hogar se ha convertido en el espacio más importante en la vida de las personas. Entendemos el hogar como ese lugar único, intransferible, capaz de aportarnos seguridad, comodidad y paz. Siguiendo la máxima de “como en casa, en ningún lado”, la decoración del hogar entrelaza nuestra personalidad con nuestro día a día, tejiendo un sentimiento implícito de pertinencia. Cada espacio es el escenario donde se desarrollará una parte de nuestra vida.
Así pues, ¿por qué no apostar por una decoración con la que nos identifiquemos plenamente y nos ayude a sentir bien?
Si estás pensando en renovar la decoración de tu hogar, es muy probable que busques ideas en Pinterest, en Instagram o en alguna revista. Quizás esta búsqueda ya te ha llevado a entrar en alguna tienda o a valorar posibles marcas. Pero ¿y si esta emocionante aventura no estuviese ligada a un catálogo o a un lineal de productos, sino a algo mucho más cercano a ti? ¿Y si empezase en una parte tan humana como son tus propias manos?
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Empezar desde uno mismo
Piezas originales, materiales naturales, objetos que cuentan -o recuerdan- una historia se anteponen a los producidos en serie, exóticos e impersonales. Es en este contexto donde la artesanía reivindica su papel esencial: detrás de cada objeto hecho a mano hay una historia, hay calidad, pero sobre todo, hay alma.
Querer renovar la decoración de nuestro hogar puede ser el punto de partida de un camino hacia el autodescubrimiento. Como toda aventura, el primer paso es informarnos por donde discurrirá nuestro periplo: investigar los materiales, las texturas, los colores… Se trata de hacer nuestro cada uno de los elementos que nos gustaría incluir en el hogar. La arcilla, por ejemplo, es un material extraordinario. Con ella podemos elaborar desde pequeñas figuras hasta grandes jarrones. Pero sus aplicaciones van mucho más allá. Podemos elaborar piezas funcionales que nos ayuden en nuestro día a día, cómo por ejemplo, realizar nuestra propia vajilla o crear los azulejos para nuestra cocina. Lo importante aquí es perder el miedo, probar, equivocarse y aprender.
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El dominio de la técnica es sin duda uno de los puntos más enriquecedores de trabajar con nuestras propias manos. En Internet podemos encontrar artesanos y profesionales que nos muestran cómo hacerlo, pero si realmente queremos sentirnos acompañados en el proceso de creación, los talleres de formación presencial son una opción segura. Aquí podremos aprender de manos expertas técnicas y consejos, como por ejemplo, en el uso del torno, la talla de madera o la pintura con acuarela. Además, conoceremos otras personas que comparten nuestras mismas aficiones y con las que podremos intercambiar ideas, trucos y recomendaciones.
Detrás de cada objeto hecho a mano hay una historia, hay calidad, pero sobre todo, hay alma
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Una experiencia muy personal
Más allá de la técnica, a través de una decoración hecha a mano es posible desarrollar habilidades como la creatividad o la paciencia, fomentaremos nuestra desconexión digital e incrementaremos nuestra autoestima. Aprender a elaborar productos con nuestras manos nos abre un amplio abanico de posibilidades en la decoración de nuestro hogar. Con un diseño propio, no solo conseguiremos un producto original, también será un testimonio material de nuestra historia y experiencia personal. Cada detalle, cada trazo, habla de nuestro aprendizaje, de nuestras emociones y de nuestro saber hacer.
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¿Te animas a crear tus propias piezas de decoración? Es una oportunidad con la que desarrollarás habilidades que seguro no conocías. Conseguirás piezas realmente únicas, fruto de una experiencia propia, plena y enriquecedora. Además, será un tema que siempre puedes compartir en un diálogo con los amigos y familiares que visiten tu casa.